domingo, 1 de mayo de 2016

La estrella Sirio y el Tarot

Sirio

¿Qué hace tan especial a esta estrella?

El cielo nocturno con las dos constelaciones, el Canis Major y Orión; la estrella más grande es Sirio y la de color naranja es Bettlejuce, varias veces más grande que el Sol pero a varios cientos de años luz de distancia, forma parte de Orión y la curiosidad aquí son las tres estrellas juntas que conocemos como Cinturón de Orión, 
Además del hecho de ser la estrella más brillante del cielo, la humanidad tiene una antigua y misteriosa conexión con ella. De allí vinieron quienes crearon este mundo y también después de enseñarle a Enoc los misterios del universo se lo llevaron con ellos.

La estrella Sirio, cuyo nombre significa «abrasador», es la estrella más luminosa y brillante del cielo nocturno, sólo la puede hacer palidecer un planeta pues sólo es superada en brillo aparente por la Luna y los planetas Venus, Júpiter y Marte vistos desde la tierra. 

Debido a que durante el verano boreal es invisible, se pensaba antiguamente que su energía se sumaba a la del Sol para producir los días más calurosos llamados "días perro" o "días caniculares".

Sirio se encuentra en la constelación de Canis Mayor, también conocido como el "Gran Perro"; y por lo tanto conocida como la "estrella del perro". Marca la posición de la mandíbula o cabeza del perro.
Sirio es la estrella Alfa Canis Maioris.
Sirio, o "Sirius" en su denominación latina, es el nombre propio de la estrella Alfa Canis Maioris (α CMa, también Alfa Canis Majoris), la más brillante de todo el cielo nocturno vista desde la Tierra, situada en la constelación del hemisferio celeste sur Canis Maior. Esta estrella tan notable, que es en realidad una estrella binaria.

Dada su calidad de estrella excepcionalmente vistosa, Sirio se encuentra presente desde tiempos prehistóricos en la mitología, las religiones y las costumbres de numerosas culturas, y es muy conocida desde tiempos ancestrales y ya través de múltiples civilizaciones.

Sirio, la "estrella del perro" o "estrella del can", ha sido rodeada de una misteriosa sabiduría. Enseñanzas esotéricas de todas las épocas han atribuido siempre a Sirio un sitial especial, y la importancia de esta estrella en el simbolismo oculto es una certificación de este hecho.

El nombre propio más común para esta estrella proviene del latín Sīriŭs, a su vez del griego antiguo Σείριος (Seirios), aunque la palabra helena podría haber sido importada de otro lugar con anterioridad a la época arcaica de la Antigua Grecia, a lo que algunos sugieren una conexión con el dios egipcio Osiris. El primer uso documentado de este nombre data del siglo VII a. C., en la obra poética "Trabajos y días" de Hesíodo, quien calificó a Sirio por su centelleo diciendo, por ejemplo, ποίκιλος Σείριος: poíkilos Seirios, «Sirio, el que brilla en muchos colores». No obstante, Sirio cuenta con más de cincuenta designaciones distintas.

La civilización de la Antigua Grecia observó que la aparición de Sirio anunciaba los cálidos y secos veranos mediterráneos, y por tanto temían que marchitara las plantas, que debilitara a los hombres y que excitara a las mujeres. Debido a su brillo, la titilación de Sirio era más apreciable en las condiciones atmosféricas variables de principios del verano, lo cual indicaba, para los observadores griegos, ciertas emanaciones que provocaban su influencia maligna. Las personas que sufrían sus efectos eran denominadas αστροβόλητος (astrobólētos, «golpeadas por la estrella»). En la literatura se califica a la estrella como «ardiente» o «llameante». La temporada posterior a la aparición de Sirio pasó a ser conocida como los «días del perro».

Los habitantes de Ceos, isla del archipiélago de las Cícladas, en el mar Egeo, ofrecían sacrificios a Sirio y a Zeus para que llevaran brisas frescas, y esperarían la reaparición de la estrella en verano. Si se elevaba clara, presagiaba buena fortuna, pero, por otro lado, si se alzaba brumosa o borrosa, vaticinaba (o más bien emanaba) pestilencia. Algunas monedas del siglo III a. C. recuperadas de la isla presentan perros o estrellas de los que surgen rayos, lo que destaca la relevancia de Sirio. También en Grecia, el astrónomo y matemático Aristarco de Samos consideró a la estrella como un sol debido a su brillo .

En Sumeria, alrededor del tercer milenio antes de Cristo, Sirio adoptó ya papeles centrales en la religión sumeria. Como estrella de referencia para el calendario, y bajo la denominación MULKAK.SI.SÁ, cumplía una importante función en el ciclo agrícola; y con el nombre de MULKAK.TAG.GA (flecha del cielo) Sirio era considerada como una divinidad principal pero subordinada a la «estrella dominante de Dios sobre el resto de objetos celestes», Venus, que era adorada como la diosa Inanna. Finalmente, en la procesión de Akitu —año nuevo— Sirio recibía sus correspondientes ofrendas. Más tarde, y prácticamente sin cambios en lo que representaba, para los asirios y los babilonios Sirio suponía además, según las tablas de arcilla MUL.APIN, la señal para especificar los años bisiestos.

En el Antiguo Egipto, Sirio, estrella conocida en el Antiguo Egipto como Sopdet, Sothis o Sethis (en griego: Σῶθις, Sothis), aparece ya en los primeros registros astronómicos, simbolizada ya por un perro, origen del ulterior nombre del Can Mayor.
Sopdet
A la diosa Sopdet se la representa como una mujer con la corona Blanca, una estrella, el uraeus y dos cuernos alirados, o con dos plumas. A veces como un gran perro (símbolo de la constelación del Can mayor). Sotis es la esposa de Hapy o de Sah. También es la madre y hermana del faraón, a quien conduce por los Campos de Aaru, para poder transformarse en una eterna estrella viviente en el Campo de las Ofrendas. A Sotis se la solía representar en los denominados techos astronómicos de las tumbas. Fue asociada a Isis como Isis-Sotis. Era representada como un milano hembra volando sobre el sexo del dios Osiris.

La salida heliaca de Sirio marcaba la época de las inundaciones del Nilo, y ha estado presente en civilizaciones tan dispares como la griega, la maya y la polinesia.

Durante la época del Imperio Medio de Egipto, el pueblo egipcio basaba su calendario en el orto heliaco de Sirio, esto es, el primer día en que se hace visible por occidente de madrugada justo antes de la salida del Sol, después de haberse alejado suficientemente del brillo del Sol. La importancia de este hecho reside en que marcaba el inicio de la temporada anual de crecida del río Nilo, antes del solsticio estival, después de una ausencia de setenta días en los cielos nocturnos.

El jeroglífico de Sothis muestra una estrella de cinco puntas y un triángulo. Sothis era identificado con la gran diosa Isis, que formaba parte, junto a su esposo Osiris y su hijo Horus, de un triteísmo, mientras que ese periodo de setenta días en los que Sirio no se veía en el cielo simbolizaba el paso de Isis y Osiris por el duat, el inframundo egipcio. De un modo similar, para los chibchas de la actual Colombia la salida heliaca de Sirio anunciaba el comienzo de la temporada de lluvias.

La ineludible relación entre Sirio y el calendario egipcio ha ocasionado que, con el tiempo, Sirio y el conocido como ciclo sotíaco (también sotiaco, sothiaco o sótico) se hayan convertido también en un importante elemento que ayude a determinar con mayor exactitud la cronología del Antiguo Egipto, puesto que los antiguos egipcios no utilizaron un único sistema para fechar.

Por otra parte, este método no está exento de inconvenientes y ello ha conllevado la aparición de algunos detractores que prefieran recurrir a otros sistemas. El ciclo sotiaco es el periodo de 1461 años de 365 días exactos (del calendario egipcio, en el juliano son 1460 años de 365,25 días) que tarda la salida heliaca de Sirio en coincidir de nuevo con el comienzo del año nuevo, el primer día del mes Thoth, descoordinación que viene acarreada porque el año egipcio no coincidía con el sidéreo. Gracias a la conservación de algunos restos arqueológicos que hacen referencia al orto heliaco de Sirio y de los que se conoce a qué dinastía pertenecen, como una tabla de marfil del faraón Dyer, se puede fijar una referencia a partir de la cual datar los acontecimientos sucedidos en el Antiguo Egipto.

Posteriormente, los romanos celebraban la puesta de Sirio el 25 de abril sacrificando para la diosa Robigo un perro junto con incienso, vino y una oveja, con objeto de proteger ese año las cosechas de enfermedades como la roya del trigo a causa de las emanaciones malvadas de la estrella. Asimismo, los romanos denominaron «canicŭla» (canícula) a los «días del perro» griegos, cultismo latino que se ha conservado en el idioma español y que retiene su significado, el cual se refiere a los días de mayor calor, lo que en España sucede hoy en día en el mes de agosto, aunque esta época de altas temperaturas antes tenía lugar tras el orto heliaco de Sirio; este desplazamiento temporal se debe a la precesión de los equinoccios.

Claudio Ptolomeo de Alejandría, en el siglo II, cartografió las estrellas en los libros séptimo y octavo de su Almagesto, un tratado astronómico que contiene el catálogo estelar más completo de la antigüedad. En él, Ptolomeo usó Sirio como localización del meridiano central terrestre. Curiosamente, dibujó Sirio como una de las seis estrellas rojas, algo que hoy se sabe que no es cierto, pero que sin embargo fue un tema controvertido para los astrónomos durante mucho tiempo. Las otras cinco estrellas rojas son de clase M y K, como por ejemplo Arturo, en la constelación del Boyero, y Betelgeuse, en Orión.

En árabe se conoce a la estrella como الشِّعْرَى (transliterado: aš-ši‘rā o ash-shira; el líder), del que deriva el alternativo Aschere. En sánscrito se la nombra Mrgavyadha, «cazador de ciervos», o Lubdhaka, «cazador». Bajo el primero de estos dos nombres, Sirio representa a Rudra (Shiva).

Viajando muy al norte, en Escandinavia la estrella era llamada Lokabrenna, algo así como «la antorcha de Loki».

Durante la Edad Media, en la astrología Sirio era una de las quince estrellas fijas behenias, asociada concretamente con el berilo y los juníperos, y cuyo símbolo astrológico fue listado por Agrippa de Nettesheim.

Históricamente, muchas culturas han asignado una especial trascendencia a Sirio, que en particular ha sido relacionada frecuentemente con los perros, de ahí que coloquialmente sea conocida como la «Estrella Perro» (y todas sus variantes idiomáticas: Dog Star, Stella del Cane, Hundsstern, Köpek-yıldız, Hundstjärnan, etc.), lo cual tiene que ver en parte con que los nombres de las constelaciones son ya antiguos y también con que sea la estrella más brillante de su constelación, Canis Maior, el «Gran Can», que típicamente ha sido identificado como el perro del gigante Orión, aunque esta no ha sido la única opción. Incluso Homero, en su Ilíada, describió el acercamiento de Aquiles a Troya haciendo referencia a Sirio como perro de Orión, como estrella más brillante y como malvada.

En la astronomía china, es conocida como la estrella del «lobo celestial» (en chino y en japonés: 天狼; pinyin: Tiānláng; rōmaji: Tenrō) en la Mansión de Jǐng (井宿). Por otro lado, en Norteamérica, muchos pueblos indígenas relacionaron de igual modo Sirio con los cánidos; los seri y los tohono O'odham tomaron la estrella como un perro que perseguía a ovejas de las montañas, mientras que los pies negros la llamaron «Cara-perro». El pueblo cheroqui emparejó Sirio con Antares como pareja de perros guardianes que custodiaban cada lado del «Camino de las almas»; los pawnee de Nebraska realizaron varias asociaciones: la tribu Skidi la nombraba «Estrella Lobo», pero otras usaban la variante «Estrella Coyote». En Alaska, los inuit del estrecho de Bering conocían Sirio como «Perro Luna».

Por el contrario, varias culturas han vinculado a Sirio con arcos y flechas. Los antiguos chinos visualizaron un gran arco y una flecha formados por Puppis y Canis Maior surcando el cielo sur, de manera que el extremo de la flecha apunta al lobo Sirio. Una conexión similar se encuentra en el templo de Hathor en Dendera, donde la diosa Satis dispara su saeta a Hathor —Sirio, que con el nombre Tir era retratada como la flecha en sí en la cultura persa posterior—.

Igualmente, se menciona a Sirio en el capítulo 53 del Corán, titulado An-Najm, «La estrella», de la siguiente manera: وأنَّهُ هُوَ رَبُّ الشِّعْرَى, «Que Él es el Señor de Sirio (la Poderosa Estrella)» (53:49).

En otro lugar del mundo, Polinesia, las estrellas más brillantes eran importantes para la navegación entre los miles de islas y atolones del océano Pacífico. Bajas, junto al horizonte, servían de brújulas estelares que ayudaban a los marineros a trazar su rumbo hacia su destino final. Adicionalmente, funcionaban como marcadores de latitud; en el caso de Sirio, coincide con la latitud del archipiélago de Fiyi, en 17º S, de manera que sobrepasaba las islas cada noche. Para los polinesios el mapa de los cielos nocturnos no era el mismo que el de romanos y griegos. En su firmamento, Sirio pertenecía a una constelación llamada Manu, en la que hacía las veces de cuerpo de un gran pájaro cuyas puntas de las alas no eran otras que Canopus al sur y Proción al norte, otras dos estrellas notables, las cuales dividían la noche polinesia en dos hemisferios.
Sirio es visible en las noches estrelladas
De la misma forma en que la aparición de Sirio antes de la aurora anunciaba el verano para los griegos, para el pueblo maorí señalaba el comienzo del invierno, en su lengua llamado Takurua, nombre que designaba tanto a la estación como a Sirio. Su punto culminante en el solsticio invernal era día de fiesta en Hawái —archipiélago que, sin embargo, ya se encuentra en el hemisferio norte terrestre, pero a baja latitud—, donde era conocido como Ka'ulua, «Reina del cielo», aunque no es este su único nombre a lo largo del Pacífico, pues recibía otros como Tau-ua en las islas Marquesas, Rehua en Nueva Zelanda y Aa y Hoku-Kauopae en la propia Hawái.

Existe un grupo étnico de Mali, los dogones, al que se le atribuye poseer conocimientos tradicionales sobre Sirio que teóricamente serían imposibles de adquirir sin la utilización de un telescopio. Según los libros Entretiens avec Ogotemmêli y Le renard pâle, del antropólogo francés Marcel Griaule (1898 - 1956), este pueblo no sólo conocía el periodo orbital de cincuenta años de Sirio y de su pequeño astro compañero antes que los astrónomos europeos y estadounidenses, sino que también hacían referencia a una posible tercera estrella en el sistema.

Sirio A es conocida como Sigi tolo, Sirio B como Po tolo y la tercera estrella como Emme ya tolo. El libro de Robert K. G. Temple de 1976 The Sirius Mystery, en el que se asocia a los dogones con extraterrestres, les acredita además el conocimiento del sistema joviano descubierto por Galileo Galilei de las cuatro mayores lunas de Júpiter y también el conocimiento de los anillos de Saturno. Tales nociones astronómicas no pasaron desapercibidas y generaron polémica y especulación. Partiendo de un artículo del año 1978 de la publicación Skeptical Inquirer, es posible que este extraordinario entendimiento del sistema Sirio fuera consecuencia de contaminación cultural, algo de lo que más recientemente se ha acusado a los propios etnógrafos, explicación que por el contrario parece demasiado simplista para otros. Noah Brosch, en su libro Sirius Matters, propuso que dicha transferencia cultural astronómica al pueblo dogón tuvo lugar en 1893, cuando una expedición francesa que pretendía contemplar un eclipse visitó su región. Otros posibles culpables de esa supuesta contaminación cultural podrían haber sido misioneros en el año 1930, antes de las primeras investigaciones de Marcel Griaule con los dogones.

¿Existe alguna relación entre la estrella Sirio y nuestro planeta? Veremos aquí una serie de datos que nos harán comprender el porqué de esta pregunta... y tal vez nos den una respuesta.

El interrogante se lo formuló un astrónomo inglés, el Dr. Robert Temple, mientras estudiaba antiguos documentos egipcios. Su búsqueda lo llevó a una tribu africana, los dogon, quienes basan toda su mitología y gran parte de sus costumbres en la mencionada estrella. El Dr. Temple descubrió, por ejemplo, que los dogon saben que Sirio tiene una compañera invisible que gira a su alrededor, la enana blanca Sirio B, cuya existencia se comprobó luego de ser fotografiada con éxito en 1970. También saben el período exacto (tiempo que tarda en girar alrededor del cuerpo principal) de Sirio B, que es de aproximadamente 60 años, y que es una de las estrellas más pesadas del universo.

Es bueno tener presente que Sirio B no sólo es invisible al ojo desnudo, sino que resultaba invisible para los telescopios más poderosos hasta hace algunas décadas; además, para poder determinar su peso y el período de su rotación, son necesarios instrumentos de precisión y conocimientos matemáticos muy avanzados. Debemos saber también que los dogon son una tribu que apenas ha llegado un poco más allá de la Edad de Piedra.

¿Cómo pueden saber estas cosas? Dicen que las saben porque un visitante de Sirio se las dijo, hace varios miles de años.

El Dr. Temple ha descubierto menciones y símbolos relativos a Sirio en buena parte del mundo antiguo, sobre todo en Egipto y Babilonia. Encontró, por ejemplo, que todo el calendario egipcio giraba en torno a los movimientos de esta estrella; que para los antiguos iniciados egipcios, la diosa Isis era un símbolo de Sirio y el dios Osiris (esposo de Isis) simbolizaba a la Compañera Oscura de Sirio (aclaramos que una enana blanca, como Sirio B, es una estrella que ya no brilla porque ha consumido totalmente aquellos recursos que le permitían hacerlo).

A partir de antiguas inscripciones, Temple demuestra que una de las imágenes más conocidas de Isis, con una estrella sobre ella, otra a sus pies en el agua y la otra en la tierra, era un símbolo de la conexión entre nuestro planeta con Sirio; sin saber que esta imagen aparece en una de las cartas del Tarot... "La Estrella".

Por medio de un detallado examen de los mitos egipcios, babilónicos y dogon, el Dr. Temple afirma que existió un contacto con seres provenientes del sistema solar de Sirio en la región de Sumeria, aproximadamente en el año 4500 antes de Cristo. Los pueblos de aquel entonces incorporaron a sus mitologías tal encuentro y los conocimientos obtenidos a través de él, y con el tiempo sus tradiciones se expandieron hacia otros lugares, llegando sus rastros hasta nuestros días.
Monedas antiguas con la estrella Sirio.
Algunos arqueólogos señalan que, entre los años 4500 y 3500 a. C., los pueblos de la región de Egipto y Sumer pasaron de ser culturas en estado primitivo de carácter tribal a civilizaciones prósperas basadas en monarquías, con un amplio desarrollo de las ciencias, artes y oficios, todo ello en un tiempo relativamente breve en términos históricos; algo casi imposible para cualquier pueblo de aquella época. Hombres de ciencia como Temple sugieren que este avance se debió al contacto con seres mucho más avanzados, y no falta quien relaciona esto con la Atlántida.

Un dato que coincide con estas teorías es que la antigua mitología egipcia habla de sus dioses como seres que llegaron al país e instruyeron a los pobladores acerca de ciencias, artes y mucho más.

La aparición de Sirio tambien estaba relacionada al día de la Virgen del Carmen, y el mes azteca del Xocotlhuetzin que era cuando se recordaba a los muertos, iniciaba el 1 de Agosto, y aquí es donde aparece esa casualidad que me hace pensar en varias cosas: para que el alma de un muerto llegara al Mictlán era necesaria la conducción de un perro, un xoloscuincle. Y para hacer esto más intenso, agregamos que Xolotl es, entre otras cosas, el nombre que recibe Venus cuando aparece en las tardes, y a Sirio se le confunde con Venus cuando aparece en las mañanas.

Otra de las tradiciones representa a Canis Major con la forma del terrible Cerbero, el perro de tres cabezas que en la mitología griega guarda las puertas del mundo inferior del Hades. Con los mitos suele ocurrir que un conjunto de imagenes aparentemente inconexas contenga elementos comunes a todas. Cerbero guarda el Hades, que es el reino de los muertos, lo cual nos recuerda que Anubis (Sirius) había sido el guía de los muertos y podía entrar en el reino de lo prohibido.
Sirio es la estrella mas brillante.
Si bien es cierto que Sirio es designada por muy diferentes nombres científicos, la gran mayoría de ellos están constituidos por unas siglas y un número. La clásica denominación de Bayer, del siglo XVII, basada en ordenar las estrellas de cada constelación por brillo aparente mediante el alfabeto griego seguido del nombre latino de la constelación en genitivo, asignaba a esta estrella el nombre Alfa Canis Maioris o α Canis Maioris, abreviado como α CMa.

El inconveniente de este sistema radicaba en el hecho de que hay muchas más estrellas por constelación que letras en el alfabeto, por ello John Flamsteed planteó un nuevo método consistente en dar a cada estrella de una constelación un número y no una letra, siguiendo la ascensión recta creciente en lugar del brillo. Así, y añadiendo también el genitivo latino, Sirio quedaba como 9 Canis Maioris, abreviado a su vez 9 CMa.

En el siglo XVIII, el influyente filósofo prusiano Immanuel Kant reflexionó sobre Sirio y, a causa del rutilante centelleo de la estrella en el cielo europeo, donde no pueden verse rivales inmediatas en brillo como Canopus, Alfa Centauri o Achernar, pensó que sería el centro de gravitación del universo alrededor del cual rotarían el resto de objetos celestes.

Posteriormente se han creado más catálogos estelares de mayor envergadura y precisión. En el Bonner Durchmusterung, tras las correspondientes siglas del catálogo (hay varias debido a sus ampliaciones) van la declinación de la estrella y un número, Sirio es BD −16° 1591. En el de Henry Draper, que tiene en cuenta el orden de ascensión recta para la época 1900.0 y que fue el primer intento de clasificación por tipo espectral, a Sirio se le adjudicó HD 48915; pero en el Bright Star Catalogue, que incluye aproximadamente las estrellas visibles a simple vista, Sirio pasa a ser HR 2491. 

Otros muchos son PPM 217626, del Positions and Proper Motions Catalogue, SAO 151881, del Smithsonian Astrophysical Observatory, GC 8833, del Boss General Catalogue, WDS 06451-1643A, ADS 5423, GL 244, FK5 257, LHS 219, NSV 17173 y el del reciente, preciso y completo catálogo Hipparcos: HIP 32349.

La paradoja de que Sirio era hasta hace poco tiempo (en términos estelares) una estrella roja sorprendía a los astrónomos, pues a pesar de que se sabe con certeza que es de color blanco azulado, los documentos históricos denotaban que la estrella era roja.

En el Antiguo Egipto, para cuyos habitantes Sirio era de gran importancia dada la relación entre su orto heliaco y la crecida del Nilo, Sirio era una estrella roja y, del mismo modo, hacia el año 150 D. C. Claudio Ptolomeo describió Sirio con color rojizo, junto a otras cinco estrellas que, en efecto, son de ese color o anaranjado: Betelgeuse, Antares, Aldebarán, Arturo y Pólux. El primero en discrepar de manera oficial fue el astrónomo aficionado Thomas Barker, terrateniente de Lyndon Hall en Rutland, Reino Unido, quien habló del tema durante una reunión de la Royal Society en Londres en 1760.
Sirio es tambien llamada la "Estrella Polar".
La existencia de estrellas que variaban su brillo dio pie a la idea de que también podría haber otras que lo que cambiaran fuera su color; Sir John Herschel hizo este apunte en 1839, posiblemente influido por su estudio sobre Eta Carinae dos años atrás.

Thomas Jefferson Jackson See reabrió el debate acerca del color rojo de Sirio mediante la publicación de diversos documentos en el año 1892 y un sumario en 1926, en los que no sólo recurría a Ptolomeo, sino que también citaba al poeta Arato, a Marco Tulio Cicerón y a Julio César Germánico como personas que habían calificado a la estrella de roja, admitiendo por otro lado que ninguno de los tres eran astrónomos.

El filósofo romano Lucio Anneo Séneca también había descrito en su momento a Sirio con un color rojo más oscuro que el de Marte, declarando además «Sirio es roja». Hay que señalar que, aunque fue la idea más generalizada, no todos los observadores antiguos vieron Sirio roja. De hecho, en la antigua China Sirio era la referencia que tomar como estrella blanca, y múltiples registros desde el siglo II a. C. hasta el siglo VII d. C. describen Sirio con tonos blancos. Regresando a Europa, ya en el siglo I el poeta Manilio la definió de «azul de mar», imagen repetida en el siglo IV por Avieno.

En 1985, los astrónomos alemanes Wolfhard Schlosser y Werner Bergmann publicaron un informe de un manuscrito lombardo del siglo VIII que contiene De cursu stellarum ratio, escrito por san Gregorio de Tours. El texto, en latín, enseñaba a los lectores cómo determinar la hora del rezo nocturno gracias a las posiciones de los astros en el cielo, adjetivando Sirio con la palabra rubeola, «rojiza». Se basaron en este hecho para justificar que Sirio B fue una gigante roja en aquel entonces. No obstante, otros les replicaron que probablemente san Gregorio de Tours se estuviera refiriendo a Arturo en vez de a Sirio.

La posibilidad de que estas posturas encontradas hayan sido causadas por la evolución estelar o bien de Sirio A o bien de Sirio B ha sido descartada por los astrónomos, pues el tiempo transcurrido ha sido demasiado escaso para una estrella y porque además no hay signos de la nebulosidad que cabría esperar en el sistema si un cambio de tal envergadura hubiera tenido lugar. Incluso se ha planteado la interacción con una presunta tercera estrella, no conocida de momento, como causa del color rojo. Algunas otras explicaciones alternativas han argumentado que o se calificaba la estrella de roja como metáfora de la mala fortuna o que la titilación de Sirio daba la impresión de matices colorados.

La explicación final que resolvió el misterio era bastante más simple: igual que sucede con el Sol cuando se encuentra bajo en el horizonte, al amanecer o al atardecer, Sirio se mostraba rojo en esa misma posición, como consecuencia de la dispersión de la luz a través de la atmósfera. De ahí que Sirio fuera roja para los egipcios, por ejemplo, ya que en su orto heliaco se sitúa baja en el cielo.

Es veinte veces más brillante que nuestro Sol y es dos veces más grande. A una distancia de 8,7 años-luz, Sirio es la quinta estrella más cercana al Sistema Solar. Las otras cuatro estrellas más cercanas son Alfa Centauri (a 4,2 años-luz), la estrella de Barnard (a 6 años-luz), CN Leonis (a 7,8 años-luz) y Lalande 21185 (a 8,2 años-luz). A pesar de ser más lejana que estas cuatro, Sirio se ve más brillante desde la Tierra por ser intrínsecamente más luminosa.
Sirio es una estrella blanca luminosa.
Sirio (α Canis Majoris) es una estrella blanca luminosa y de las más próximas, puesto que está solamente a una distancia de la Tierra de 8.7 años luz, por lo que se convierte en una de las vecinas más cercanas al Sol, es una estrella binaria compuesta por Sirio A (la estrella visible a simple vista) y Sirio B, una enana blanca. α Canis Majoris (Sirio), la estrella más brillante vista desde la Tierra con magnitud -1,46. Es orbitada, con un período de 50 años, por una enana blanca llamada Sirio B primero observada por Alvan Clark.

En el año 1995 la NASA detectó anomalías en las órbitas de Sirio A y Sirio B de las que se dedujo la existencia de Sirio C. y de que Sirio es, en verdad, un sistema estelar triple, ha levantado todo tipo de controversias. Según sus conclusiones Sirio es, en verdad, un sistema estelar formado por tres estrellas y no por dos, como desde mediados del siglo pasado asegura nuestra astronomía; y lo pudieron averiguar al estudiar con detenimiento las variaciones en la órbita del sistema de Sirio desde 1862 hasta nuestros días, lo que les llevó a pensar que un tercer cuerpo estelar estaba influyendo en su recorrido. Benest y Duvent dedujeron, además, que la nueva Sirio C es una enana roja, una clase de estrella quinientas veces menos masiva que el Sol y muy poco brillante, para cuyo descubrimiento óptico, que todavía no se ha confirmado será necesario utilizar los más potentes telescopios en un futuro inmediato.

Y es que, lo que nuestra astronomía acaba de reconocer, era ya sabido por pueblos antiguos como los egipcios, los sumerios, los mayas, los tihuanancotas o la tribu de los dogones en Malí. Y lo sabían, al parecer, porque un día descendieron unos "dioses instructores" de ese sistema y se lo contaron.  Estos seres les enseñaron también la forma de trabajar la Tierra, la forma de hacer herramientas y a trabajar los metales, y la escritura y así mismo les dijeron de su procedencia de la estrella Sirio y les proporcionaron datos como Las Orbitas de las estrellas y la densidad de las mismas, estos extraterrestres, que habrían entrado en contacto con diferentes civilizaciónes humanas hace más de 5.000 años, y habrían comunicado sus extraordinarios conocimientos de astronomía, y estos conocimientos habrían sido transferidos por los contactados.
La carta denominada "La Estrella" del Tarot, esta  corresponde a la denominado baraja"Iluminati"
Enoc, el "inventor" del tarot hace mas de 5000 años es uno de estos casos, también conocido como Hermes Trimegisto, a quien también se le conocía en Egipto como Thot o Hermes Thot; y en Grecia y en Fenicia como Cadmo.

Por eso en el Tarot existe una carta que nos la recuerda, el 17º arcano mayor es denominado "la estrella" y su denominación en muchas ocasiones es la de la esperanza , ademas su nombre hebreo de acuerdo a la letra de este alfabeto que le corresponde es "Phe", y simboliza lo imperecedero de la creación divina.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario